Hace unas semanas me enteré de que Ennio Morricone venía a Chile. Una empresa financiera lo traía celebrando su aniversario, y repartiría entradas gratuitas a partir del día lunes 10 de este mes a través de su sitio en Internet. Lamentablemente, estas se agotaron (extrañamente) en aproximadamente 20 minutos, dejando a muchos internautas (entre los que me incluyo) echando chuchadas varias. Debido al malestar generalizado que causó esta situación, la empresa en cuestión organizó un segundo concierto, entregando las entradas personalmente. Pero nuevamente, debido a la gran demanda, se generó todo un caos, incluso con disturbios controlados por la policía y sus carros lanza agua. Y a pesar de todo esto, y de que me encuentro sin entrada para el concierto más importante del año, me siento extrañamente feliz. Y es que, independientemente de los que quieran lucrar revendiendo entradas, o los que van solo porque es gratis, es muy bueno que en mi país exista tanto interés por observar en vivo a esta leyenda viva, compositor de un tipo de música que, a pesar de ser reconocible, no sea del gusto masivo. O, tal vez, la música más seria es cada vez más masiva. Como sea, bien por todos los que irán, que disfruten del talento de este gran músico, y bien por los que no fuimos, pues tal vez estamos dando una gran señal a las empresas y los medios chilenos, demostrando que no solo la música basura es la que genera interés entre el ciudadano común de nuestro país.
Para los que no tienen idea de lo que estoy hablando, aquí les va una de las piezas más conocidas de Morricone, "El Oboe de Gabriel", el cual he escuchado en misas, semana santa y matrimonios (entre ellos el de mi hermanita), y en más de una ocasión me ha dejado al borde de las lagrimas. Es que es una melodía celestial, luminosa y esperanzadora, capaz de emocionar hasta a una piedra.
Ennio Morricone - Gabriel's oboe
Album: The mission (soundtrack) - 1986
